De momento no hay muchos nervios, aún nos quedan unas horas para llegar a nuestro destino, Barnstaple, en North Devon. Sabemos que estamos en el sudoeste de Inglaterra, en la puntita de abajo a la izquierda según miras al mapa; que el avión nos deja en Heathrow y de ahí cogemos un autobús, que en Barnstaple nos esperan nuestras "host families"... y poco más, porque de la emoción casi se nos olvida nuestro nombre. Unas fotos de despedida, besos, abrazos, promesas de llamar y consejos para disfrutar a tope... y nos ponemos en marcha.
Pasamos los controles sin incidencias, aunque a algunos nos hacen pruebas aleatorias para comprobar que somos totalmente inofensivos y no llevamos drogas ni armas de destrucción masiva.
Por fin embarcamos y despegamos puntuales. El avión tiene poco espacio para las piernas de algunos y lo sufren las espaldas de otros ( ejem, ejem...).
Al llegar a Heathrow, tenemos que esperar media hora en el aire a que nos den pista, pues hay mucho tráfico aéreo. Con las ganas que tenemos de llegar...
En el control de pasaportes nos echamos unas risas, porque han implantado nueva tecnología, una serie escáneres que cotejan la foto del pasaporte con una imagen de la cara que nos toma el aparato en el momento. La idea es fantástica, pero en la práctica es un rollo, porque a algunos no nos reconoce y al final hay que hacerlo al modo tradicional, enseñando el pasaporte al funcionario. Sorry, no hay testimonio gráfico del momentazo.
Despues de cuatro horas y media de viaje, parada incluida, llegamos a Barnstaple. Inglaterra nos recibe en su más pura esencia. O sea, llueve. Y bastante, además. Tenemos que acelerar las presentaciones porque la lluvia no invita a alargar las conversaciones si no es a cubierto. Y menos aún a tomar fotos o grabar vídeo. Un precioso momento arruinado para la posteridad.
Son las siete, hora inglesa, las ocho en Bilbao. Llevamos casi 12 horas danzando y estamos cansados. Hoy, cenar y a la camita. Good night, y'all. Have a good sleep!
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